martes, 18 de septiembre de 2007

 
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ARTAJONA: PARTE DE UNA AUTOBIOGRAFÍA

Parecía que no iba a llegar nunca, pero he aquí el poemario





















CAPÍTULO AUTOBIOGRÁFICO
PRIMERO MI PUEBLO














HIC SERVATUR HYEMS UT SIT MODERATIOR AES (TAS)
(Inscripción de un dintel encontrado en la torre del Rey,
utilizada más tarde como nevera)







Mi pueblo te espera, viñas y olivos;
te espera con su lazo de murallas,
atadico, atadico a su patrona.














Amanece mi pueblo,
esbozos de sonrisa;
las almenas abiertas
someten a la noche
y la tronera trae
el silbo del combate.
Luz necesita el Cerco,
luz para respirar,
luz para las murallas,
luz para la esperanza...
Luz del amanecer...





LA ERMELINDA Y SU POEMA

Hoy he venido a casa y al saludar a mi madre no me ha contestado.
No la he visto bien y se me ha roto un trozo del alma.


En el huerto he podado algo y he reflexionado con el granado y una granada vieja, hueca, como una boca desdentada. He pensado que el granado no tiene nada que ver con lo que es. Ahora desnudo, pronto verde y después florido: así es la vida, momentos... ¡las cosas no son como parecen... qué es la belleza externa... qué es la belleza del alma... no acabo de entenderlo...! Mi madre hace poemas dolidos y dolientes.













A LO LEJOS EL CERCO


Laderas y ribazos y colmenas,
viñedos, olivares y cebadas,
aventuras, leyendas y cruzadas,
murallas, torreones y cadenas.

Paisajes de Artajona con almenas
sobre las lomas suaves, recortadas;
amapolas, perdices y becadas...
Caminos de Artajona, encinas buenas...

Camino entre rastrojos y me acerco:
intenso azul de tórrido verano,
tiralíneas de vuelo de palomas,

tomillos y romeros y aromas...
Al alcanzar el pueblo, ya cercano,
encontramos, hercúleo y sobrio, al Cerco.






CONFIDENCIAL


Es el cumpleaños de José y hemos subido a Pamplona.
Ayer nací de nuevo, creo que a mis cuarenta años,
nací entre el amasijo de hierros y chapa de mi coche,
empotrado en una camioneta. Nací en pleno octubre,
aunque la primera vez hubiera nacido en noviembre.
Eran las ocho y cinco cuando comencé a frenar en seco
y pensé que tal vez los versos que llevaba en mi libreta
fueran los últimos y que el aire no me llegaba ni la luz
volvería a tostarse en mis pupilas. Estaba entregado
en las manos de mi Dios y Dios me dio alas.
El frenazo acabó con un golpe seco, casi inconsciente;
pero inmediatamente pude salir de mi carnario y pisar
el asfalto. Había algo niebla y nací en medio del otoño.
Una bocanada de aire me dice que estoy vivo ¡vivo!
Y los campos de maíz y de pimientos, llenos de mosquitos,
me van llenando la piel de paisajes plomizos y amaneceres.
Doy gracias a Dios porque mis ojos se llenan de colores
y las hojas rojas de los viñedos y las amarillas de los álamos,
aunque se parezcan a la chapa descascarillada y herida
de mi automóvil azul sílex, reventado de dolor, me alegran.
He vuelto a nacer. De la primera vez no recuerdo nada
y de ésta muy poco. Seguro que entonces lloré. Ahora no;
pero sobre todo me duele la rodilla izquierda y las cervicales.
Dos horas en la carretera para cuando me llevan al hospital;
me he ido tranquilizando y pienso en mis alumnos y la tutoría.
Hoy lo celebrarán: tendrán alguna clase fiesta. Celebrarán
que he nacido ¡ Si supieran que lo que más me duele
es no poder estar con ellos!
Entre radiografías y papeles de seguros se me va el día.
Llego a casa por al noche, después de mi clase de pintura.
A mi madre le había telefoneado para decirle que comía
en Pamplona porque se me había averiado el coche,
luego se ha enterado de la verdad y ella, como madre,
se deja engañar, se hace la engañada o me quiere engañar.
En mi casa soy nuevo. Siento algo extraño al abrir la puerta
del garaje, adonde aparco el coche que me ha dejado la Citroën,
y pienso que todo esto lo puedo hacer de casualidad;
que la vida no es nada, lo dice la copla y yo ya lo sabía,
que en un momento se va. He vuelto a nacer con mis versos
y con mi amor a las cosas sencillas. Sigue la cámara de fotos
sobre la mesa de la entrada y mi madre y mi hermana me esperan.



Prepararé la medicación de la perra y la acariciaré como si mi mano
extendiera su primera caricia y jugaré con ella como si ella
hubiera nacido aquella mañana y yo la esperara toda mi vida,
y también pienso el abrazo de una mujer que no llegará
porque su boca y su pecho entre mis brazos son sólo un sueño.
Las macetas siguen igual y seguirían igual si no hubiera salido
del misterio de la muerte. Estoy contento, muy contento;
esta vez ha habido suerte y mi casa, como cada noche, me espera
en la penumbra de una calle de mi pueblo medieval y almenado.
Mi madre ya lo sabe pero sigue haciendo sus cuadernos de sopas
de letras y aparentemente está tranquila: me ve bien, que es lo que importa.



Hoy es 27 y hemos ido a Pamplona a felicitarle a mi hermano,
tengo la necesidad de cambiarme toda mi ropa del día anterior
porque tengo que celebrar el estar vivo y el estar cerca de mi gente;
me doy cuenta conforme transcurre el día y pienso en qué es la vida.
Hay que subir a felicitarle a José y mi madre no se opone
y de forma tácita se celebra algo más que su cumpleaños: el mío
también, y aunque para nada se cita el accidente, las felicidades
se reparten mientras la luna se contrae en el regazo de la noche
porque tiene frío, y yo estoy alegre porque tengo calor humano,
buen vino, pastas y otras viandas propias de la ocasión.
De vuelta al pueblo, como suele ser habitual, mi madre se desorienta
y pregunta que a ver dónde hemos estado y a ver quién mandaba
en aquella casa; relaciona todo con la Tía Lourdes y con la Amparito,
su prima, y dice que no se identifica entre aquellas casas desconocidas.
Le explicamos cómo son las cosas y continúa hablando de los caminos
y al llegar al pueblo dice que no ve El Cerco y que no ve la Ermita.
Tiene estos lapsus cuando viaja. No sé si recordará lo del coche
y no puedo dejar de gritar que acabo de nacer y cuando me miro al espejo
pienso en lo que es y en lo que pudo ser. Pienso que ha sido un aviso
y que en la vida uno se salva una vez y que espero no tener otro accidente.
He nacido entre la carcasa de un vehículo. Espero que no se me olvide
que una mañana de otoño entre la hojas secas de los árboles
como una presa, como una víctima, pudo quedar atrapado mi cuerpo
y apagarse el hálito de una vela: mi vida luchando contra el azar.



UN CHICO DEL ARRABAL



Yo nací en el arrabal;
recorrí aquellas calles,
crecí por los caminos polvorientos
a veces, pedregosos casi siempre.
Por las cuestas de “El Cerco” me caí
muchas veces y siempre intenté
levantarme y mirar hacia las torres.
Por la derecha, mi calle
se extendía hasta la ermita;
por la izquierda, llevaba
a la Plaza y la Parroquia.
El norte eran saeteras y almenas.
Entre dos torres vivía mi tía
Juanita, adonde íbamos
a pagarle la renta
de aquella pequeña casa:
creo que eran veinte duros.
La Señora Josefina
también vivía por aquellas cuestas.
Era, con su marido,
un matrimonio simpático
que solía agasajarnos
con cosas de chocolate crujiente (monas de pascua)
cuando venía de San Sebastián.


Vivíamos la Aurea,
mujer del Chocolatero,
Aróstegui, alias Cachabas,
la Silvana, mis tíos y mis primos,
y Pablo el panadero,
con su mujer, Daniela.
A una casa, casi siempre cerrada,
solía venir Don Juan y su esposa,
un pintor afincado en Barcelona,
que era buena persona
y tenía un hijo cura.


Nosotros éramos siete:
mis padres, cuatro hermanos y una chica.
Mi hermana llegó la última,
le pusieron el nombre de la abuela,
María de las Mercedes,
y fue una gran merced...
La abuela venía a casa
con tanta frecuencia que era una más;
siempre estuve cerca de ella
y ahora va dentro de mi corazón...
Mi padre hace diez años que se fue
y puedo decir de él
lo más grande que se puede decir
de un padre: era un hombre bueno.

1999













SÈPTIMO ANIVERSARIO DE MI PADRE


Hoy hace siete años
que se fue mi padre.
Es un día frío de noviembre,
de hojas amarillas y rojas,
de nubarrones grises y viento.
No creo que esta noche salga
como aquélla, la luna llena.
Y sigue la casa con su tristeza
de tardes tristes y tontas.
La Paloma, precisamente hoy,
está peor que nunca y se arrastra
con las traseras inútiles, se arrastra
por las cuadras. La Boli la mira
y calla. ¡ Qué va a decir !
Siente que se va a quedar sola.


Han pasado siete años y parece
que es el mismo día y la misma hora.
Aunque hoy se esconda la luna llena.





LAURA YA NO CREE EN LOS REYES





La última carta a los Reyes
Magos la has escrito con ilusión...
Si pudieras mantener
siempre el candor de aquella tarde azul...
Yo creo que así es la vida:
todo se vive despacio
poco a poco, casi sin darnos cuenta
pasamos del blanco al gris;
así pasamos a ser,
así dejamos de ser,
así vamos renovando los sueños.
Los Reyes existen, Laura,
comprenderás que no ha sido un engaño;
sólo es engaño no creer en nada.
A partir de ahora tu cetro
te da el poder de llevar ilusión
entre niños y mayores;
ahora puedes hacer magia
desde la placenta de tu chistera
donde se han de incubar los embriones
de sorpresas y regalos.
Sobrina Laura, Laurita,
por favor, nunca pierdas la ilusión.








PAISAJE RISUEÑO

Dentro de mi corazón
he descubierto un paisaje
de zócalos y cornisas...
Una lluvia de metal
tintinea sobre mi alma,
emporio de sensaciones.
Los oboes con sus notas
de prístino brillo, traen
música acendrada y limpia
a mi corazón dichoso.
Hoy la vida es mi presea
engastada por argollas
y mis sueños son penachos
de alguna selandria azul.
Paseo por una playa
de amíbar y rock and roll
entre caballos que piafan
y rapsodias estivales...
La arena despide sándalo...
las aguas, esperma blanco...
Dios ha sido el zahorí
que ha creído en el latido
de mi nimio manantial
y ha puesto rumbo en el cauce
de la ignota acordeón
que tensa mis movimientos...




Sobre los lomos añiles
del horizonte cabalga
un sol con blusa de seda,
y va creciendo de fuego,
redondo, su imperio regio.
He descubierto en la gente
nuevas riberas de amor,
sonrisas que relajaban,
jardines de ensueño y luna.


En el magma de las rosas
se enciende una chispa blanca,
y ojos, manos y cabello,
son ya soles y palomas...
El aldabón de la vida
no sobresalta mi paz,
levantada sobre rocas
de diamantes y amatistas.
Hoy he visto dibujar
caracoles de perfil,
obeliscos de naranjas
y almuecines con estrellas...
He encontrado en el paisaje
de la tierra un verso nuevo
y del surco fértil nace
su música espiritual.
Mi voz transida de paz
regurgita con placer
un gesto de plenitud...
Hoy me siento más feliz...



MI CASA BAJO LA LLUVIA
Quisiera no terner prisa
esta tarde de primavera
para seguir contemplando
cómo cae la lluvia
en el patio de mi casa.

Quisiera no tener prisa
esta tarde de domingo
para seguir disfrutando
de la calma de la lluvia
cuando cae en mi huerto.

Es un domingo de abril,
el cielo está encapotado,
los rosales floridos
y la lluvia cae paulatinamente.

Quisiera que durase la lluvia
y que la tarde fuera eterna
para saborear mi sueño,
olvidando mis tareas,
y hacer este momento infinito.

Quisiera estar siempre contemplando,
tras el cristal de mi ventana,
el juego de las golondrinas
y el verdor de los campos
de la primavera de Artajona.





La próxima semana llega mayo,
pero llega tarde al recital
de flores que se ha adelantado.

Quisiera oír la voz de una sirena
naciendo de entre las yedras,
con la frescura de las hojas nuevas
que alimentan mi alma
las tardes de Artajona en primavera.

Yo quiero cantar a mi pueblo
en esta tarde que oscurece
tras una cortina de lluvia,
cuando se borra el horizonte
y, entre la fronda, los pájaros duermen.








MI PATIO (rosas en noviembre)



La perra está ladrando
con esa voz tan ronca;
le ladra al cielo gris
desde las losas rotas.
Mi patio está tranquilo
con su desfile de hojas,
tan rebeldes e inquietas,
viejas y juguetonas.
La parra sueña apenas
ser un olmo con olas,
cansada como está,
con sus mejillas rojas.
Entre piedras y pájaros,
la perrica alborota
esta tarde de otoño
en que se siente sola.
Cómo canta mi patio
cuando noviembre llora
algunos granos de uvas
a rastras por las losas.
Hay en el huerto mío
una cesta con rosas
que en medio de noviembre
embriagan con su aroma.




LA PALOMA NOS DICE ADIÓS


La Paloma yace inquieta
con dolor. No puede mover
las patas de atrás. Triste,
dolorida, desganada...
Apenas tiene ganas de comer.
La Boli le acompaña
al lado. La Paloma
parece que vuela con el verano,
que se va con los golondrinas...
Es la tarde de un sábado
macilento y gris, de un sábado
otoñal de septiembre.
La Boli tumbada a su vera
no comprende por qué
se va el verano, ni por qué
se va la vida.
Tocan las campanas
de la torre de San Pedro.
Es la misa de ocho
y la Paloma sufre en silencio
su final.




EPITAFIO

Ladran los perros en los descubiertos.
Son las 6 de la tarde,
tarde de otoño lenta...
El sol va cayéndose por las sierras,
los ladridos se convierten en lunas.

Cómo calla mi perra,
ay, cómo gime bajo su piel blanca.
Cómo sueña bajo la tierra negra,
ay, dormidita está entre los olivos
de la Dehesa de Gasteluzar.

Paloma de alas blancas,
planeando la paz...
Por qué te vas, Paloma,
esta tarde de parras rojas y uvas
castigadas por hoces,
si todavía no llega al lagar
el cansancio de estos sueños beodos.

La cuadra tiene frío,
el huerto ya no canta,
los cristales de las granadas lloran
entre sus perlas rojas...
En tanto los gorriones
disfrutan en las higueras
comiéndose su fruto.

Mas el silencio crece
junto a la Boli, que se queda
entre las hojas secas
sin una taba con que jugar.

Por qué te vas, Paloma,
este otoño que tenías caliente
la cabaña y los higos por el suelo
¡si no tenías prisa...!
¿ Acaso ansiabas la dulce caricia
de una mano mejor ?







































Romanticismo.
Paseo por el Cerco.
Melancolía.
Frías tardes de enero.
Contemplación.
Murallas con mortero.
Encantamiento.
Nostalgia del medievo.















BARBACANAS ÉPICAS





Un rayo de espada alumbra
a la corola de “El Cerco”
y despiertan las palomas
debajo de los aleros;
las torres y las almenas
son armaduras de acero.
Silencio. Se oyen tambores.
Se alarman los caballeros
y un bramido de trompetas
relampaguea en el cielo.
Las palomas asustadas
desconciertan con su vuelo.
Se preparan los soldados,
salen corriendo a sus puestos.
Ya las aspilleras tienen
maderas y cuerdas y hierros;
almófares, los adarves;
las troneras, saeteros...
Las saetas cantan coplas
entre los llantos del viento.
Cuánta sangre habríais visto
apagando aquellos cuerpos.
Los rayos del sol, espadas
hundidas sobre los muertos,
guardan sus armas manchadas:
honor y muerte, silencio.
Mudo ha quedado el tambor,
los pendones por el suelo,
turbantes, capas y lunas...
Nadie puede con “El Cerco”,
inexpugnable fortín
de fantasías y ensueño.




Los cristianos se retiran,
con su mirada en el cielo:
Virgen de Jerusalén,
defenderemos tu reino
con sangre , sudor y lágrimas.
Este es nuestro pacto eterno,
puesto que tú nos proteges
y nos libras del infierno”.

Las palomas de la torre
encandilan con sus versos
y el viento arrastra una nube
con sus caballos ligeros.


Cuando contempléis sus muros,
no olvidéis a sus guerreros,
gente que amó nuestra tierra
y la defendió con celo.





Romance a las encinas de Artajona







Voy buscando algún lugar
para una canción distinta
y te encuentro a ti, Artajona,
siempre fija en mi retina.
Artajona, con ancestros
llegados de las Carinas,
trillaste algunas cosechas;
de la parva de la trilla
hubo quien quiso provecho,
moros de la morería,
ambiciosos de otro reino
que iglesia y torre tenía.
Artajona, la de “El Cerco”,
la del olivo y la espiga.
Artajona, con sus dólmenes,
chaparros, pinos y encinas,
cómo los cimbrea el viento
entre las manchas ceniza
que dibujan los oteros
y bosquejan las colinas.

Artajona, la de Sancho
el castellano, cristiana,
defendida con murallas,
torre, barbacana y ojiva...
Huele a luz de acacia y pino,
a pan blanco, aceite y viña.

Decídmelo dónde, dónde
atardecen las encinas.


Artajona, la de “El Cerco”,
la del olivo y la espiga,
decídmelo, dónde trenzan
las bellotas tanta risa.

- Cerca del almendro blanco,
allí sueñan las encinas,
donde el matacán de piedra,
contera azul de la brisa.


Artajona, la que Carlos
distinguió de Ilustre Villa,
Noble Villa y muy Leal,
algunas tardes de olivas
se detienen en tu escudo
las cadenas y lorigas.

Ay, pueblo mío, Artajona,
pañuelo rojo que hechizas,
veo almenas recortadas
y recortadas vidrieras,
versos y flechas se abrazan
como al caballo la cincha,
y la luz esparce sólo
entre los cascos su tinta.

Artajona, la del vino,
los adarves y cantinas,
Artajona y sus murallas,
guardadas en las cantigas,
cuéntame algo de tu historia,
¿qué hace este yelmo en tu viña...
quién se ha llevado tu trono...
quién quiere hurgar en tu herida...?

Entre tomillo y romero,
florece una margarita.
Adónde, decid, decidme
adónde han ido las niñas
que por los caminos blancos
danzaban con las encinas.




DOMINGO POR LA MAÑANA


En el balcón, una flor de hierbabuena;
en el camino, el polvo que arrastrarán los pies;
en el corazón, la virgen de Jerusalén;
en la ermita, un beso con piedad
y una melena de campana que voltea
al cantar, algunas mañanas de fiesta,
cuando el gorjeo de los gorriones se hace
opaco y despierta el susurro de la luz
entre las huertas de albacoras
y las espuendas de almendros.


















MOMENTOS DE LA TARDE
desde Artajona


1


Como durmiendo en una ladera
este pueblo sestea las mortecinas
tardes de verano, cansinas
y lentas, entre azules y amarillos.
Recogido y silencioso, bajo grises
ensamblajes de plomo, el invierno
abriga las calles vacías
y la soledad de sus gentes.
Calles empedradas, rincones decorados,
arcos de portales, templos inmensos,
y la mirada de un hombre
de rostro surcado que habla del subsidio
de la jubilación y del tiempo
que hará mañana.
Siempre el escudo de la almena
defendiendo su historia; la torre
de San Saturnino oteando sus tierras;
un sueño de alamedas aletea
con las palomas...
Fachadas con emblemas de abolengo,
aleros de madera de roble,
forjas renacentistas,
yacimientos megalíticos,
milarios romanos,
parajes con leyendas...
PAISAJES DE MI ALMA





2



Octubre caía... caía seco,
macilento y dorado.
Los chopos de mi pueblo,
tristes, soñaban cerca de la ermita.
Nubarrones grises y soledad.
Algunos abuelos por el paseo
hablaban de los chicos…
hablaban de la escuela…
Y el viento daba vuelta a algunas hojas
yertas y soñadoras...
Con octubre caían las semillas
a la tierra fértil y roturada.
Octubre de viñedos y palomas,
octubre desde otoños,
surcado por rejones,
dejaba al pueblo en una polvareda
sumido, emborrachado en su delirio
de viento y de sequía.
Los abuelos hablaban, al abrigo,
del tiempo y de la siembra...
Por las espuendas pardas
desfilaban, cansadas, las murallas.



3

Es una tarde de otoño,
sola entre tanto diciembre,
cándida entre tanta niebla,
gris de tanto atardecer...

Asomado a un ventanillo,
veo pasar los minutos...
Los tejados de las casas
se van llenando de noche
y el blanco de las paredes
languidece en la distancia.
Apenas se ven las líneas
de los montes de Tafalla
dibujados con añil.
La noche nos va llevando
con su pañuelo de lilas
cuando aún queda alguna luz
en mi huerto solitario
y un rebaño de hojas secas
duerme en una manta verde.
Mientras, los gorriones saltan
entre las ramas desnudas
del viejo albaricoquero.
Saltan los gorriones, saltan
batiendo sus alas frágiles
contra el cristal de la luna
que, de repente, parece
el fanal de su presidio.
Mi huerto se siente preso
del atardecer de otoño.
La casa que tiene enfrente,
con sus postigos echados,
no es blanca, ni azul, ni gris...
es una silueta opaca
con una columna de humo
que se eleva y piruetea...

Es una noche de otoño,
sola entre tanto diciembre,
cándida entre tanta niebla,
gris, de tanta soledad...



4

Tarde de enero,
sembrados verdes y blandos,
sembrados encharcados,
estampa de invierno
casi nueva, inédita...
tanta lluvia sobre el Beráchico
y este cielo plomizo de enero
herido, llenando, con su reguero
de lágrimas... los aljibes.
Allí las merinas,
bajo los cubiertos del aprisco,
rumian cebada entre la paja.
Blancas merinas y caminos
blancos. El portal de Remahua
y el Portal de San Miguel
quieren arriates fértiles
para guardar sus sueños de yerbín.
Días de invierno y soledad,
los pájaros descansan en los árboles
y en el silencio un tintineo
de almendros, higueras y olivos...
Tintineo de lluvia constante y contumaz.
El Cerco tiene los portales de par en par
y está solo, con su patio
de armas desteñido y sus mazmorras
llenas de palomas algodonadas.





5


VEREDAS DEL ATARDECER
(13-2-93)





Contemplaba la aurora boreal
cómo caía la tarde…
Las seis y media de la tarde
por los caminos de mi pueblo
un día de febrero.
Algunos almendros en flor,
y una silueta recortada de sol
se ocultaba en la bruma,
jugueteando lejos en el horizonte…

Vi su última mitad
sonrojada…
Qué hermoso su amago
lento de escondite.
Parecía una mujer
que desaparecía despacio
Entre unos visillos opacos.
Comencé a sentir nostalgia
de luz, y un juego de sombras
me sorprendió lejos del pueblo,
en los olivares;
las sombras se fueron extendiendo
como un abanico,
se fueron oscureciendo
por lóbregas bodegas,
y entonces seguí la luz de mi alma:
Nieve, algodón, nácar.



6














POR ARTAJONA


Un temporal de nieve
azota la península
y mi pueblo, el pueblo
que me ha visto nacer,
se esconde en la blancura…
Blancos son los adarves,
los sembrados son blancos
y blancos los tejados.
Su soledad de hoy
trae un disfraz frío
para estos carnavales.
Sobre las flores blancas
de almendros y ciruelos
dejará cicatrices
el sarcasmo del hielo.
Aleteando mi alma y mi pueblo
van de excursión cual pájaros
en busca de un refugio…
Era el invierno cálido
y nos ha sorprendido con la nieve.
La postal de Artajona
es hoy para enmarcar… inusitada
y sincera, romántica,
como el mismo cielo, como un paraíso…
Os lo cuento por eso.
Para que en las retinas
guardéis estas imágenes
y que no se derritan
con el paso del tiempo.
Entre nieve o sin nieve,
en verano o invierno,
nocturno o vespertino,
llevo a mi pueblo siempre
con cariño en mis versos.

Febrero de 2004






7




LA TARDE SE LLENA DE SILENCIOS




Tras mi ventana hay desnudez de invierno,
tarde plomiza;
desde una chimenea, una columna
de humo siembra agujeros
por el aire.
Caballos que no piafan
en su autocomplacencia;
parece que el planeta está bien hecho.
Cuando un rayo de sol
irrumpe en esta tarde de mi pueblo,
efímero y fugaz;
venía a confundir a los gorriones…
Hay calma; es cierto.
En esta tarde fría de mi pueblo
ha encontrado posada algún silencio.






8








Efectos de la tarde
que me hablan de San Pedro,
parroquia de Artajona
a la sombra del Cerco.
Estos atardeceres
del otoño callado
siempre dicen y dicen
palabras de nostalgia,
añoranza de tiempos
que danzan tradiciones
cerca del corazón.










En una campana de la torre de “el Cerco” que pesa 1.000 kgr., se puede leer:



A Dios alabo,
a los vivos llamo,
a los difuntos lloro,
las fiestas decoro.




















9

Hoy es un atardecer cualquiera de mi pueblo amarillo.
La gente recorre sus calles acogedoras.
Algunos turistas serpentean entre recovecos y callejas,
sorprendidos.
Fue una hornacina curiosa o la penumbra de aquella entrada semiabierta;
la escalinata, una puerta con gatera o las cortinas de ganchillo
que desde su riel provocan tras el cristal;
acaso la tinaja, la hoz o la "rasca" de piedra...
Tal vez su columna vertebral les ha impresionado más.
Resulta regocijante llegar hasta arriba; y un poco duro...
tanto calor a las espaldas,
tantas cuestas que no acaban de alcanzar el cielo...
¡ Ha merecido la pena !
El empedrado firme, las balconadas de forja, las fachadas con sus emblemas,
el portal de los sueños, el rincón de la iglesia y una música íntima...
¡ Era más de lo que esperaban...! Austeridad y hierbabuena.
Y al final , “El Cerco”.
Desde arriba el cielo es otro entre tomillo y zarzamoras.
Sobre tejados y rastrojeras, “El Cerco” parece altanero
pero su elegancia es sobria y su mirada discreta.
Las luces crecen con la noche
y entre bambalinas hay un juego de disfraces. El tiempo es un histrión
que bromea: adarves, vihuelas y juglares.
Se oyen cascos y espadas, picas y espuelas: acaso aldabonazos sordos
sobre el corazón de la muralla. ¿ Fue una fantasía... ?
Son estampas que encandilan nuestra alma. Un paseo de nostalgia.
La historia se desgrana a pinceladas...
Y en medio de la paz, desde las saeteras de las torres,
despliega su hechizo la luna.












HOMENAJE A UN REINO:









EL REINO DE ARTAJONA








Son dos sarcófagos los que la misma reina tiene en Santa María la Real. Éste es el más antiguo.
Nájera (La Rioja)







Mirad este sarcófago:
guarda restos reales
del reino de Artajona;
en él descansa doña
Blanca, madre de Alfonso
octavo, el de las Navas.
Fue reina de Artajona
después de doña Urraca.
Murió de parto Blanca,
y descansa en paz
en la iglesia de Nájera.





HISTORIA DEL REINO DE ARTAJONA (1150-1158)

Nuestro siglo XII


Cuando se casa García Ramírez “el Restaurador” con Doña Urraca, le entrega de dote Artajona y cuatro lugares más. Al morir el Restaurador, el Reino de Pamplona en manos de su hijo Sancho el Sabio tiene en su corazón una intrusa: su madrastra; y un intruso a orillas del Arga: el Reyno de Artaxona.


Cuando Hispania era un mosaico
donde el reino de Pamplona
desplegaba su bandera,
surgió el reino de Artajona,
como cuña entre familias,
dividiendo la corona.
Anecdótico y efímero,
muy pronto se desmorona.
Antes de nacer Navarra
reinaba nuestro Artajona.
Se la entregó el rey García
a su esposa como joya.
Murió el rey en cacería,
la reina se queda sola,
rodeada por Pamplona,
la reina sufre congoja.
El hijo del rey la ataca,
continuamente la acosa:
la reina se siente sola
y pide ayuda a Castilla,
Castilla entera la apoya.
Doña Urraca deja el reino,
vuela como una paloma,
entre lágrimas y pena,
a su hermano se lo dona;
le llaman el Deseado
y es una noble persona.
Era gentil y valiente,
doña Blanca era su esposa.
Doña Blanca, la muy bella,
entrega su alma a Artajona.
Su hermano le echa mal de ojo;
su hermano no le perdona
que quiera reinar El Cerco:
continuamente la acosa;
picas, espadas y flechas,
ríos de sangre y mazmorras.



Antes de nacer Navarra,
reinaba nuestro Artajona.
Incordiaba Sancho el Sabio,
heredero de Pamplona.
Arrasaba y saqueaba
cuanto podía en la zona:
atacó a Olite y Miranda,
de Larraga hizo una poza,
y el cuñado le devuelve
murallas, torre y corona.

Habíais de ver, paisanos,
llorando a nuestra patrona,
Virgen de Jerusalén,
rosa, reina, luz y aroma.

Y yo por favor les pido
que no olviden esta historia.
(De El reyno de Artajona, Ángel Mª Andueza, 2000)









UN RINCÓN PARA UN ROMANCE EN EL CREPÚSCULO DE
ROBIN HOOD





EL PASO DE SEAN CONERY Y AUDREY HEPBURN


La verdad y la mentira,
realidad y ficción
tal vez pasado y futuro;
este asilvestrado Cerco,
fue bastión seguro antaño.
Desamparado y vejado,
fue un hallazgo para Hollywood.
Le impactó a Francisco Prosper,
prepararon decorados,
Lester hizo su película,
flecha que atravesó a Robin,
y todo se vino abajo.
Como de un bonito sueño,
Artajona despertó.








Esta es la puerta grande
que se merece el Cerco:
Esta es la puerta grande
que se le niega al Cerco.
Parece de película...
y es que es de película.
La cruzó Sean Connery
¿quién la quiere cruzar?
Búsquenla en la escayola,
vayan a las filmotecas,
miren en las escombreras,
revuelvan los recuerdos.
Herido está mi Cerco,
tiene herido el portal
norte de San Miguel
¿Quién lo reparará?










Emblemático, el templo fortaleza
realza su solidez al acariciar la noche.
Qué no habrá hecho el tiempo
en su corazón. Prisioneros en sus mazmorras,
cuadra para las tropas,
pasto para Cien mil hijos de San Luis,
litigios entre obispos y cardenales,
símbolo de resistencia frente al Conde
de Lerín. Cuántos secretos.
Y ahora, con cuatro luces,
irradia su resplandor sobre la "Atalaya"
de Peralta buscando el amanecer
en el Moncayo.
Mazmorras,
dependencias para los alcaides,
alojamiento para el cuerpo de guardia,
campanas mensajeras y torre de vigía.
Bien protegido por los contrafuertes
se ampara la devoción de un pueblo
que confió en Dios.
San Saturnino va dejando con su mirada
hermanamiento más allá de Ultrapuertos.
La Francia nos abraza.



LOS DÓLMENES





PASEO POR LOS DÓLMENES



Mi pueblo abre sus puertas, primavera
de verde cereal, flor de tomillo,
sus puertas y murallas y el portillo
de Enériz con el dolmen en su vera.

Mi pueblo mira desde la tronera
del paseo de ronda de su anillo,
refulgente, dorado y amarillo,
abriéndose a las gentes y en espera;

os espera, viajeros, en persona,
con el caldo ancestral de los viñedos,
sus carrascas, sus torres y su historia,

que en esta villa noble, la memoria
surge de cualquier parte, con denuedo,
por El Cerco y los campos de Artajona.
C
A
P
I
T
Á
N
LAMENTACIONES DE LASTERRA,
capitán artajonés que formó parte de la primera Cruzada y que trajo, según la leyenda,  a la virgencita de Jerusalén, patrona de Artajona.

Y por qué se lamenta el capitán. Dicen que, como no tenía con qué pagar en las posadas y mesones, debía dejar en prenda lo único que tenía, la virgencita. Eso sí, después se le aparecía y continuaban el camino.

Mi alma se entristece tanto,
Señor, que si me muriera
ahora poco dolor
iba a sentir. Que no hay pena
mayor que mi virgencita
entregada como prenda.
Cuanto tenía y amaba,
de las Cruzadas emblema,
en un momento he perdido
¿qué me quedará sin ella?
Mi brazo es fuerte, Señor.
No teme a lanzas ni flechas,
nadie puede con mi espada,
y sin embargo, una pena
me acongoja y me lastima.
¡Tanto me desasosiega!
¿Por qué no le pedí al Rey
otras gracias y riquezas,
pues no como en las posadas
ni faisanes ni ternera
y parezco un indigente
que nada ganó en la guerra?

¡Virgencita, virgencita,
dile a Felicia, mi reina,
que rece para encontraros
porque hoy comienza una etapa
de arrepentimiento incierta;
para purgar mis pecados
me haré eremita o asceta.
Quiero sólo soledad
y sufrir la vida aquesta,
pues morir sería gracia
que este cristiano quisiera.